miércoles, 9 de septiembre de 2009

Karakachoff en el recuerdo, a 33 años de su desaparición


Por Juan Carlos Tróccoli

Una de las características de este siglo que culmina, para la historia de nuestro país, ha sido la sucesión de golpes militares destinados a interrumpir procesos democráticos, con su perverso efecto de proscripciones, ilegalidad, corrupción, violencia, tortura, secuestros, muertes.

Uno de los golpes militares que más consternó a toda una generación, fue el de 1966 que derrocó a Arturo Umberto Illia del poder constitucional, cuyas sobradas muestras de austeridad, modestia, libertades públicas y eficacia han sido revalorizadas incluso por los más acérrimos detractores.

Su fuerte convicción y militancia- era afiliado a la Unión Cívica Radical, centenario Partido Político argentino – lo habían ido preparando desde sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Rafael Hernández, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, donde fundó y participó en el “Centro de Estudiantes Democráticos del Colegio Nacional”. Posteriormente cursó estudios superiores en la misma Universidad Nacional de La Plata, graduándose como abogado en 1965.

En esta última integró el Centro de Estudiantes de Derecho al que llegó a integrar a través de la agrupación “Unión” compuesta por militantes radicales, socialistas e independientes, la que sería más tarde el germen de “Franja Morada”, agrupación universitaria de la Unión Cívica Radical.

También realizó estudios de periodismo en la misma Universidad y más adelante, producto de esa vocación editó “El Sureño” en la Ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. Participó además en “Correo de la Tarde” un periódico argentino conocido y fue un destacado columnista del diario “La Calle” que clausuró la dictadura militar. Pero, tal vez fue el diario “En Lucha – Órgano de la militancia radical” donde se pueden encontrar sus más encendidas notas en defensa del sistema democrático.

La dictadura militar instaurada en 1976, lo encontró atento, preocupado, aumentando su abnegada militancia, actuando como profesional en amparo de presos sindicales en defensa de los derechos humanos y de la democracia como único camino. Por tal razón, fue víctima expresamente elegida de la dictadura. Su cadáver, después de su secuestro y tortura, el 10 de Septiembre de 1976 fue encontrado en las cercanías de su ciudad natal La Plata, junto al de su amigo – el dirigente socialista Domingo Teruggi (ex presidente de la Federación Universitaria Argentina, cofundador con Federico Storani de la Franja Morada y ex presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata) con el que compartía su estudio jurídico, ejerciendo su profesión principalmente en defensa de presos por causas políticas y gremiales.

Desde muy joven, afiliado a la Unión Cívica Radical, luchó por el ideario partidario en cada uno de los cargos que ocupó. Entre 1963 y 1964 fue secretario legislativo del Honorable Consejo Deliberante de la Municipalidad de La Plata, Convencional Nacional por su Provincia en 1972 y candidato a Diputado Nacional en 1973.

De sólida formación intelectual, excelente oratoria y carácter muy jovial, amante de la música ciudadana – nuestro tango – era un incondicional admirador del cantante Edmundo Rivero, un intérprete con un particular estilo. Pudo formar una familia junto a María Inés Arias – Marimé – de la que nacieron dos hijas: Matilde y Sofía, y por cualidad personal y heredada, fue excelente padre e inmejorable hermano de Gustavo, Diego y Carlos Karakachoff.

Con la palabra como arma invencible, visionario como pocos en su tiempo de la situación política argentina, defendió las libertades públicas, pagando con su propia vida.

Sergio o “el Ruso” como lo llamaban sus amigos, no hubiese elegido terminar como mártir, probablemente para él había que luchar desde la convicción, para no terminar como aquélla frase del célebre Bertold Brecht: “Desgraciados los pueblos que necesitan héroes”.

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