Por Hernán Dobry, publicado en “El Observador” de Perfil.
Pocas veces en la historia argentina la sociedad tuvo en su mano un poder decisión tan grande frente a una medida oficial como el 25 de noviembre de 1984, cuando el presidente Raúl Alfonsín convocó a una consulta popular para definir si aceptaba o no el acuerdo alcanzado con Chile para terminar con el conflicto del Canal de Beagle.
“Queremos que los argentinos, todos los argentinos, participen tomando posición acerca de si conviene o no dar solución rápida y pacífica a un problema que ha constituido desde hace un siglo un elemento de tensión con la República de Chile – sostuvo el primer mandatario al anunciar la iniciativa -. La solución al diferendo del Beagle no sólo constituiría el final de un antiguo litigio sino además, y sobre todo, un factor esencial para construir un futuro que se nos avecina con rapidez”.
Lo novedoso es que era la primera vez que se utilizaba esta herramienta en el país, por lo que el gobierno estaba expectante del nivel de participación que podía llegar a tener el plebiscito, ya que era de carácter voluntario. “Teníamos alguna preocupación acerca del nivel de movilización pública”, afirma el ex canciller Dante Caputo, encargado de llevar adelante la etapa final de la negociación bilateral.
No era para menos ya que la medida enfrentó la oposición de la derecha peronista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el Partido Federalista de Centro y sectores ultranacionalistas como el Movimiento de Afirmación por la Soberanía, comandado por el almirante Isaac Rojas.
La decisión también fue objetada en los círculos militares que la veían como un ataque a la política de la última dictadura. “No les gustó el referéndum, porque era una forma de decir: ‘Se equivocaron las instituciones armadas’. Las instituciones difícilmente se equivoquen, lo hacen los que mandan”, afirma el brigadier general (R) Basilio Lami Dozo, miembro de la última Junta y encargado de negociar con Chile durante el Proceso para evitar la guerra.
La medida tampoco fue bien vista en Santiago y el Vaticano ya que dejaba en manos de la población la concreción de una negociación tan delicada, podía tirar por la borda todos los esfuerzos realizados y tensar de nuevo la situación. “Los argumentos que usamos fueron convincentes, pero reinstalamos de nuevo el temor en nuestras contrapartes y mediadores”, resalta Caputo.
La decisión ya estaba tomada y el propio presidente la respaldaba. “El gran argumento de Alfonsín era: ‘Este es un problema territorial, no una ley más. Hoy, la podríamos sostener pero es un tema que si no lo cerramos con la voluntad explícita de la opinión pública, se va a volver a abrir dentro de uno o dos años. Queremos sellarlo definitivamente’”, recuerda el ex canciller.
Esto llevó a que muchos de los grupos que se habían pronunciado en contra comenzaran a hacer campaña para que la población se abstuviera de participar. Entre sus principales adherentes estaban el almirante Rojas, el ex presidente Marcelo Levingston, el ex canciller Nicanor Costa Méndez, el nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo, los peronistas Vicente Saadi y Herminio Iglesias, Oraldo Britos, Julio César Aráoz, y la socialista Alicia Moreau de Justo.
“Nuestro temor no era que hubiera gente votando mayoritariamente por el No, sino que la abstención, que se había convertido en la bandera de la oposición al acuerdo, tuviera un respaldo importante”, destaca.
El clima previo al plebiscito se fue caldeando cada vez más y provocó que el presidente del bloque peronista de senadores, Vicente Saadi, dijera que el canciller era un “traidor a la patria” por el acuerdo que había alcanzado con Chile. Esto llevó a Caputo a desafiarlo a confrontar sus ideas en televisión, algo que el legislador aceptó con agrado. Ninguno de los dos sabía que se convertirían en los protagonistas de un momento histórico ya que fue el primer debate político que se realizó ante las cámaras en el país.
En la mente de quienes lo presenciaron, aún permanece la imagen de un Saadi nervioso leyendo sus fundamentos y del canciller contestándole con tranquilidad. También, quedaron inmortalizadas algunas de sus frases como “basta de cháchara” o cuando le pidió que no se fuera por las “nubes de Úbeda” en lugar de por “los cerros” como versa el dicho.
“La única objeción de mis colaboradores era que yo fumaba y tenía un paquete de Dunhill que eran ingleses. Los veía que me hacían señales detrás de la cámara y no entendía qué me estaban diciendo. Era que lo sacara de arriba de la mesa ya que no era la marca más apropiada para mostrar en un debate de esa naturaleza”, recuerda Caputo.
Tal fue el impacto del debate que sirvió para torcer la balanza en favor de la propuesta de Alfonsín, lo que significó una segunda derrota para el peronismo en un año. “Hemos quemado por segunda vez consecutiva un ataúd ante las cámaras de televisión”, señaló a la prensa Juan Labaké, miembro del Comando Superior Peronista, tras la emisión del programa.
El 25 de noviembre de 1984, el Sí obtuvo el 81,13% de los votos frente al 17,24% del No y un 1,63% en blanco, con una participación del electorado del 70,17%. En el gobierno, el Vaticano y Chile, respiraron aliviados.
El acuerdo de paz. Cuatro días después de la victoria, los cancilleres Dante Caputo y Jaime del Valle firmaron el Tratado de Paz y Amistad en el Vaticano, ya que Alfonsín no quería juntarse con Augusto Pinochet debido a las diferencias políticas que los separaban. “Estaba fuera de cuestión que Alfonsín se cruzara con Pinochet”, señala el ex titular del Palacio San Martín.
Sin embargo, los problemas para el Gobierno no terminaron ahí, ya que el acuerdo debía ser refrendado por el Congreso para que entrara en vigencia, una tarea que no le sería nada fácil y que tendría al país nuevamente en vilo.
El tratado pasó sin problemas por la Cámara de Diputados, donde el radicalismo contaba con la mayoría, el 30 de diciembre de 1984. Pero en el Senado, controlado por el peronismo, encontró su principal escollo. El debate se prolongó entre el 14 y 15 de marzo de 1985, donde los principales referentes justicialistas se manifestaron en contra de la medida, a pesar de los intentos de los operadores del oficialismo para convencerlos de que cambiaran su decisión.
“Era un voto en contra del gobierno, pero si usted es político y se supone que mide las repercusiones de sus acciones, sabe que cerrar el camino a la paz conquistada, a la solución lograda, reabre la posibilidad de un conflicto bélico. La apuesta no era favorecer o destruir un gobierno - señala Caputo -. ¿Qué político puede ignorar que lo que estábamos jugando era la guerra o la paz? ¿Cómo no llegamos a tener diálogo para generar un consenso básico de gobierno sobre nada menos que un tema de esa inmensidad?”.
Finalmente, el acuerdo fue aprobado con 23 votos a favor, 22 en contra y 1 abstención (la del radical Luis León). Entre los principales legisladores que se opusieron se encontraban los peronistas Saadi, Deolindo Bittel, Oraldo Britos, Alberto Rodríguez Saá y Eduardo Menem, y el representante del Partido Popular Neuquino, Elías Sapag.
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