Se cumplen 30 años de la muerte del doctor Ricardo Balbín. Que mejor para evocarlo que la síntesis que Ernesto Sábato le dedicó días después de su desaparición en setiembre de 1981: “Habiendo combatido durante su vida entera por la libertad, murió en su ley: batallando hasta el último momento con coraje y estoicismo que lo habían señalado a lo largo de su existencia. Sus funerales han sido –quien puede dudarlo- los funerales del despotismo. Su muerte ha sido la vida de la libertad”.
Vino al mundo en vísperas del centenario de
Más tarde, Ricardo Balbín, muy joven aun, era signado con su exclusión de
Tiempo después vendrían años de confusión y de grandes desencuentros. Pero allí estaba el Dr. Balbín, con su notable lucidez y rebeldía, señalando rumbos. Ante las repetidas interrupciones del orden constitucional, era una constante verlo en los últimos años 50 de su vida primero en la pelea y el más dispuesto a la azarosa búsqueda de substanciales coincidencias para la recuperación de las instituciones republicanas. “No se realizara el país sino sobre la base de la unión de los argentinos”, puntualizaba con firmeza. Creía que las frustraciones democráticas tenían su origen en los crueles enfrentamientos de la civilidad, por lo que partiendo de esa convicción y sin dejar de respetar las discrepancias y de armonizar opuestos, busco reconstruir el tejido de las solidaridades mínimas, promoviendo en ese escenario la “Asamblea de
Nada ha podido turbarlo en su conducta cívica y moral, y está consagrado que su vida ha sido un combate constante por la libertad y el dialogo. Hoy lo evocamos, no porque en su venerada tumba precise de nuestro recuerdo, sino porque necesitamos acercarnos a él para que nos muestre, en sus grandes ejemplos e inolvidables consignas, el derrotero a seguir en los permanentes desafíos que plantea la dura marcha del país.
Rodolfo Plaza – Salta – Argentina
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