Este martes, a partir de las 20, tendrá lugar un acto conmemorativo a la figura de Crisólogo Larralde, al cumplirse el 47º aniversario de su fallecimiento.
La ceremonia tendrá lugar en la casa radical de Berisso, sita en calle 11 Nº 4481, entre Montevideo y 166, donde harán uso de la palabra el titular del Comité Nacional de la UCR, Gerardo Morales y su par de Provincia, Daniel Salvador, quienes en la antesala del acto también brindarán una conferencia de prensa.
Asimismo, serán oradores del acto los presidentes radicales de La Plata, Berisso y Ensenada, Sergio Panella, Raúl Murgia y Juan La Madrid, respectivamente, quienes durante la semana tuvieron una reunión para diagramar los detalles del encuentro.
Esta cita servirá además para estrechar el vínculo entre la familia radical de la región, evocando en este caso la figura del creador del trascendental artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
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A continuación, reproducimos una columna de Fernando Blanco Muiño, del Instituto Yrigoyeneano, sobre la figura de Larralde.
Hablar de Crisólogo Larralde es hacerlo de un radical cabal que nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, el 29 de enero de 1902.
Hijo de una inmigrante, Enriqueta, que trabajó de sirvienta y de un obrero, Crisólogo Pascual, que perdió la vida en 1937 mientras conducía un carro. Supo desde chico lo que era - como él mismo lo dijo - "el hacinamiento en una sola habitación de madera y la promiscuidad de los inquilinatos" que compartió con sus padres y sus cinco hermanos, donde conoció lo "que es carecer de medias, ropas y botines y alguna vez comenzó sus estudios secundarios poniéndose los pantalones largos de su padre, un saco rehecho por su madre, camisa y sombrero usados provistos por algún generoso vecino".
Hasta los 18 años trabajó en tareas diversas: fue peón de reparto de bolsas que cargaba en Casa Amarilla, aprendiz gráfico, juntador de maíz en la provincia de Santa Fe, ayudante de herrero y periodista, introduciéndose en las actividades publicitarias.
Después fue progresando, paso a paso, y siempre apasionado por el estudio cultivó su espíritu, adquiriendo sólidos conocimientos, sin pisar las aulas universitarias.
Su formación estuvo ligada a las bibliotecas anarquistas y a la propia intención de superación estudiando, en profundidad, las doctrinas sociales y la historia de las luchas de los trabajadores.
Alguna vez recordó su niñez y su juventud llenas de privaciones y no titubeó en agradecerle a Dios que le haya permitido conocer "como protagonista la situación de los desposeídos".
Fueron, sin duda, sus vivencias y formación las que lo marcaron para siempre haciendo de él un autodidacta, un hombre forjado duramente a sí mismo, todo carácter y voluntad, generoso y sentimental, duro con los que abusaban de la fuerza y los privilegios, amplio y humano con los débiles, con quienes gustaba rodearse para animarlos y darles una suave palmada de aliento.
Tuvo lo que pocos dirigentes del presente conservan: Memoria. Jamás olvidó su origen, sus padecimientos, los sufrimientos de sus compañeros trabajadores y por eso, toda su acción estuvo dirigida a reparar las injusticias. No caben dudas que el punto máximo de su lucha por la justicia social está en el hecho de la incorporación, el 24 de octubre de 1957, del artículo 14 bis en la Constitución Nacional.
Desde muy joven escribió en diarios y revistas obreras y publicaciones histórico-sociales. No había cumplido los 20 años cuando, por un trabajo publicado en el diario El Centinela de Avellaneda a propósito de los sucesos que desembocaron en el asesinato de Sacco y Vanzetti, lo citó a la Casa Rosada el presidente Hipólito Yrigoyen. La conversación de aquella tarde quedó para siempre grabada en el recuerdo de Crisólogo, y las poderosas características del caudillo dejaron honda huella en su espíritu.
En 1920 ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores, cumpliendo tareas por indicación del presidente Yrigoyen en la secretaría del canciller Pueyrredón, de la que fue desplazado en 1922 asignándosele tareas en el archivo del Ministerio donde muy a su pesar, inicialmente, se abocó a la tarea de organización y clasificación del material allí guardado, mucho del cual recató y forma parte, actualmente, del patrimonio del Archivo General de la Nación.
Con el triunfo de Hipólito Yrigoyen en 1928, Crisólogo Larralde abandonó el Archivo del Ministerio y recuperó su antiguo puesto de trabajo, desde el que el 8 de septiembre de 1930, es decir dos días después del levantamiento de Uriburu, salía para la cárcel con la que se castigó su lealtad al país.
No fue esa la única experiencia de cárcel que sufrió, ya que fue detenido también en 1932, 1935, 1939, y 1951. De esa última detención se registra una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: Habiendo regresado a su casa de un mitin en el que había definido muy duramente al régimen peronista, y estando por acostarse, llegó la policía con una orden de detención.
Él los recibió junto con su esposa, los hizo pasar, les ofreció café y pidió lo disculparan pues se debía bañar. Ya en su cuarto, se acostó, durmió un par de horas, que para los policías fueron eternas pues desconfiaban hasta del mismo café, y finalmente bajó, saludó a su esposa y se entregó. Lo que es muy cierto es que cada vez que salió de la cárcel lo hizo con mayores bríos militantes con el objeto claro de continuar la lucha que había abrazado.
En el año 1929 Crisólogo Larralde formó su hogar, casándose con Ema, quien sería su compañera de toda la vida, y de su matrimonio nacieron dos hijos, Martín Crisólogo y Adrián, quienes más de una vez debieron interrumpir sus sueños y ceder su cama a algún dirigente partidario -por ejemplo Moisés Lebensohn- que buscaba refugio en la casa de los Larralde luego de algún raid para evitar a la policía peronista.
A partir del año 1922, en el que ocupó la presidencia del Comité de la Juventud Radical de la Provincia de Buenos Aires, hasta su muerte en febrero de 1962, Crisólogo Larralde ocupó la mayoría de los cargos partidarios y puso su nombre en distintas fórmulas con vistas a elecciones generales.
Fue diputado electo en las elecciones del 5 de abril de 1931; en el año 1941, cuando resultó electo senador provincial declinó ocupar su banca por considerar que dichos comicios eran fraudulentos y que, en consecuencia, la actitud que cabía era renunciar en señal de protesta; en 1946 tuvo el honor de ser candidato a vicegobernador en la primera fórmula del radicalismo de la provincia de Buenos Aires (Prat-Larralde), elegida, tal como él lo deseaba, por el voto directo de los afiliados; en 1948, siendo candidato a diputado nacional, renunció a ese honor para aceptar la candidatura a intendente de Avellaneda, aún presintiendo la derrota; en 1951 fue candidato a gobernador de su provincia, candidatura que repitió en 1958 y 1962; y el 14 de febrero de 1954 la Convención Nacional lo designó candidato a vicepresidente de la Nación.
Su militancia estuvo siempre vinculada con el Movimiento de Intransigencia y Renovación, y desde allí defendió sus posturas con el convencimiento y la fuerza de las ideas.
Constituye también un ejemplo para todos los radicales de hoy el hecho de haber sido, Don Crisólogo, en dirigente que acompañó su empeñosa militancia política con una tesonera actividad laboral al frente de una acreditada empresa publicitaria, la Agencia Albatros, en donde se hacía práctica el discurso de Larralde. Allí las utilidades eran repartidas entre los empleados y la relación patrón-empleado estaba sustentada en la confianza, en el interés común y en el éxito compartido.
Entre las actividades profesionales más conocidas de la Agencia se puede citar la cuenta del Agua Mineral Villavicencio, cuya etiqueta parece aún hoy en los envases de la empresa. No caben dudas que Larralde pudo demostrar que militancia política y trabajo no son conceptos contradictorios.
Su muerte es otro ejemplo en una vida llena de ellos. Como militante que era lo encontró un 23 de febrero de 1962 en una tribuna de la Unión Cívica Radical cuando, siendo candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, participaba de un acto callejero en la ciudad de Berisso.
Su pérdida fue de una dimensión imposible de expresar. Se fue acompañado por el calor de la gente que siempre lo quiso y valoró.
Cuenta la crónica periodística de esos días que "una multitud acompañó los restos del señor Larralde a su última morada, en el cementerio de la ciudad de Avellaneda. El féretro envuelto en la bandera nacional, fue conducido a pulso por hombres del pueblo desde la casa mortuoria hasta la Iglesia de Quilmes".
A lo largo de todo el trayecto, de varios kilómetros, por la avenida Mitre, gran cantidad de público apostado en ambas veredas tributó su despedida al extinto".
El entonces presidente del Comité Nacional, Ricardo Balbín, terminó su discurso con una frase que es la síntesis más fiel del sentir popular de ese tiempo, dijo Don Ricardo: "En nombre del partido y del país agradezco tu vida y tu obra".