miércoles, 13 de mayo de 2009

Hay que cuidar al radicalismo

Por Orestes Milicchio (*)


Ante los últimos acontecimientos:

a) La muerte de Raúl Alfonsín.

b) La respuesta del pueblo argentino de homenaje espontáneo y sentido al líder de la democracia.

c) La Convención del Partido.

d) La vuelta de los que habían dejado sus filas.

Nos surge el pensamiento que hay que cuidar al radicalismo.

Ya en otras épocas el Partido estuvo dividido y proscripto. Yrigoyen dio la orden desde la Isla Martín García: “Rodeen a Marcelo Alvear”. Hoy se presenta una coyuntura que necesita de la unión de todos sus afiliados. Irigoyen tenía razón, lo importante es cuidar la fuerza: el radicalismo.

Alvear quería que nadie bajara los brazos. Para él había que cuidar al Partido y Balbín coincidía que el radicalismo es una necesidad para la democracia de los argentinos.

El país está y el radicalismo vive. La democracia no muere, pese a sus reiterados eclipses. Balbín expresó en uno de sus brillantes discursos parlamentarios: “Nosotros somos hombres que hacemos la militancia política con plena responsabilidad, conocedores del pasado, sabedores del presente y concientes del futuro del país: afrontamos plenamente nuestra responsabilidad”. Estas palabras proféticas tienen vigencia plena en la actualidad.

Al igual que las dichas el 31 de julio de 1946, como presidente del glorioso Grupo de los 44: “Estamos extraordinariamente orgullosos de su pasado (del Partido), vivimos con profunda intensidad su presente y deseamos dejarlo a los hombres que seguirán nuestra bandera, con conductas claras y consignas rectas”. Para aseverar en otro discurso: “Triunfa una auténtica democracia, la mayoría de las ideas, que es la mayoría de los hombres de un país libre; yo reclamo el derecho de decir que todos estamos labrando el porvenir de la Patria”.

En 1934, Pueyrredón decía: “La Unión Cívica Radical es una fuerza espiritual, un estado de conciencia, radica en el alma del pueblo. El radicalismo es hoy como lo fuera otrora, una esperanza de redención social. Si llegáramos a defraudarle, si por falta de comprensión de sus hombres dirigentes no marcáramos en la acción futura del gobierno, rumbos y procedimientos nuevos, que lleven la premisa de asegurar la mayor felicidad al mayor número de personas, si no hemos de empeñarnos y crear un Estado medio entre riqueza y miseria, del modo que el pobre tenga asegurado un mínimo de bienestar, con pan, escuela y trabajo; y el que lo ha conquistado viva libre del miedo de perderlo. Si no hemos de hacer lo bastante para no contemplar el espectáculo de ver levantarse a diario nuevas ciudades en las que mientras el obrero con sus manos construye palacios, no asegura para su cabeza un solo techo, si no hemos de reivindicar el ideal de civilización moderna, de que el obrero sea el que está primero que la máquina y primero que el producto, y que para una Nación fuerte hacer dinero es menos importante que formar hombres; si no hemos de hacer eso, días nebulosos podrán venir para la paz social de la República”.

Asombra la plena vigencia de estas palabras en nuestros días, a 75 años de haber sido pronunciadas, en el siglo pasado. Debemos tener presente esto en el tercer milenio y hacerlas realidad. Es una vieja deuda del Partido, la consigna actual es bregar por el cuidado del radicalismo.

En esto debemos estar todos, dudar es debilidad, cansarse es traición. Debemos seguir nuestros ideales, con nuestra conducta, con nuestra ética.

Hay que cuidar al Partido. En eso estamos, como si nada hubiera pasado, porque el país está esperando una reafirmación de los valores que sustentamos toda la vida.

(*) Afiliado del año 1964.

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