El 19 de octubre de 1976, la dictadura militar asesinó a Mario Abel Amaya, mientras se encontraba en prisión. Era, entonces, un joven dirigente radical de la provincia del Chubut que había ejercido su mandato de diputado nacional hasta el golpe de estado de ese año.
Nadie lo había acusado de nada, ni tenía proceso de ninguna especie, ni se le reconoció derecho alguno de defensa y, tal como ocurría entonces, previamente había sido secuestrado para pasar a ser un desaparecido, luego sería conocido como detenido, y, finalmente, sometido al perverso trato de preso “de máxima peligrosidad”, impuesto por decreto por el gobierno de la señora Martínez de Perón.
Hipólito Solari Yrigoyen, su amigo personal, un radical que compartió, entre otros, el centro de tormentos y ejecuciones “La Escuelita” de Bahía Blanca, con reconocida militancia a favor de los derechos humanos, recuerda el triste episodio del sometimiento y la muerte a manos de dictadura militar de Mario Abel Amaya, a los 41 años.
“La represión de Amaya no fue un caso aislado. Fue similar a la que sufrieron miles de ciudadanos de distintos pensamientos políticos, ajenos a las prácticas de la violencia, pero cuyas actividades perfectamente legales y sus prensamientos progresistas molestaban al régimen. No tengo el hábito de volver sobre los hechos del pasado. Si lo hago ahora, desprovisto de animosidad, es porque creo que me obliga un compromiso con la verdad histórica para esclarecer hechos ocurridos hace ya un cuarto de siglo, que trascienden a mi persona y que ilustran sobre una figura que hizo un gran aporte en una lucha que no conviene que los argentinos olvidemos o ignoremos", afirmó Solari Yrigoyen.
“Mario Abel Amaya fue un mártir de sus ideales democráticos y se erige como un ejemplo para las y los jóvenes que creen que habiendo superado la lucha contra las dictaduras y el autoritarismo, ahora luchan por el bienestar de los argentinos, por la justicia, por la educación y por la dignidad humana", finalizó el dirigente.
Nadie lo había acusado de nada, ni tenía proceso de ninguna especie, ni se le reconoció derecho alguno de defensa y, tal como ocurría entonces, previamente había sido secuestrado para pasar a ser un desaparecido, luego sería conocido como detenido, y, finalmente, sometido al perverso trato de preso “de máxima peligrosidad”, impuesto por decreto por el gobierno de la señora Martínez de Perón.
Hipólito Solari Yrigoyen, su amigo personal, un radical que compartió, entre otros, el centro de tormentos y ejecuciones “La Escuelita” de Bahía Blanca, con reconocida militancia a favor de los derechos humanos, recuerda el triste episodio del sometimiento y la muerte a manos de dictadura militar de Mario Abel Amaya, a los 41 años.
“La represión de Amaya no fue un caso aislado. Fue similar a la que sufrieron miles de ciudadanos de distintos pensamientos políticos, ajenos a las prácticas de la violencia, pero cuyas actividades perfectamente legales y sus prensamientos progresistas molestaban al régimen. No tengo el hábito de volver sobre los hechos del pasado. Si lo hago ahora, desprovisto de animosidad, es porque creo que me obliga un compromiso con la verdad histórica para esclarecer hechos ocurridos hace ya un cuarto de siglo, que trascienden a mi persona y que ilustran sobre una figura que hizo un gran aporte en una lucha que no conviene que los argentinos olvidemos o ignoremos", afirmó Solari Yrigoyen.
“Mario Abel Amaya fue un mártir de sus ideales democráticos y se erige como un ejemplo para las y los jóvenes que creen que habiendo superado la lucha contra las dictaduras y el autoritarismo, ahora luchan por el bienestar de los argentinos, por la justicia, por la educación y por la dignidad humana", finalizó el dirigente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario